Había una vez un niño cuyas únicas palabras que pronunciaban eran: mola mola!
Todos en el pueblo se cuestionaban el porqué de esas palabras, pero ninguno se atrevía a preguntar al niño.
Pasaba a la panadería a comprar su porción de pan y le decía al panadero: mola? Y tan acostumbrado al acto y gustos del niño, el hombre iba a su reserva de pan y daba al niño su porción preferida.
Mola mola! Le decía el niño al recibir si pedido, dejando en las manos del panadero unas cuentas monedas, son que estas correspondieran al valor correcto del pan, pero su sonrisa era suficien